miércoles, 24 de enero de 2007

El Carlismo ante la manifestación del 12-N: Apoyo crítico

Declaración de la Secretaría Política de
S.A.R. el Regente Don Sixto Enrique de Borbón,
de 7 de noviembre de 2005

«El Carlismo ante la manifestación del 12-N: Apoyo crítico»

El pasado mes de junio, con motivo de las manifestaciones convocadas por la Asociación de Víctimas del Terrorismo y el Foro Español de la Familia, la Secretaría Política de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón hizo pública su adhesión, no sin formular algunas objeciones al espíritu de las convocatorias, pero primando la sana reacción que implicaban ante la situación presente de España.

Tras el verano, el comienzo del curso político ha venido acompañado de nuevas manifestaciones, como la del propio Foro Español de la Familia, la Confederación Católica Nacional de Padres de Alumnos y otras asociaciones, prevista para este sábado 12 de noviembre.

De nuevo la Comunión Tradicionalista se ve, por lo mismo, en la obligación de animar a sus miembros y simpatizantes a sumarse a la oposición a la reforma de la enseñanza en marcha; pero debe igualmente reiterar su protesta respecto de las limitaciones patentes en la declaración de los organizadores contra la Ley Orgánica de Educación, «Manifiesto por una educación de calidad en libertad».

Dejando a un lado la confusión –ya de por sí grave– entre educación, enseñanza y escolarización, o en los conceptos de público y privado que se manejan, cada vez es más evidente que, perdido el cuadro doctrinal y práctico que daba unidad a la acción política de los católicos, las reacciones de éstos contra las crecientes agresiones de las fuerzas anticatólicas no pueden sino resultar tocadas de una debilidad (doctrinal y práctica) que tiene su causa en la aceptación de la Constitución laicista (pues laicismo y laicidad por mucho que se empeñe el discurso “eclesiásticamente correcto” no son sino dos modalidad de una misma y rechazable ideología) que introdujo la aconfesionalidad del Estado.

Hoy se pretende barrer tal Constitución y, en cuanto se convierta en obstáculo contra el nihilismo en marcha, puede parecer aceptable su invocación y defensa. Pero en puridad siempre es rechazable, por errónea y deseducadora, la sustitución del discurso católico por el constitucionalista liberal. El final depende del principio. La democracia-cristiana, como siempre, apoyada también como siempre por el “clericalismo” (entendido éste en el sentido de subordinación al liberalismo, a veces para combatirlo, otras –las más– para plegarse al mismo), no es capaz de afrontar a fondo el problema. Que cada vez resulta más grave y acuciante.

Para que la situación cambie –como ya decíamos en el Comunicado de 14 de junio antes citado– es necesario, pues, que la jerarquía católica «restituya, a las fuerzas políticas que sostienen (y por desgracia la Comunión Tradicionalista se ha quedado sola) la restauración de la tesis de la Unidad católica, las premisas necesarias para combatir en la vida política sin complejos de inferioridad y con criterios claros».

En Madrid, a siete de noviembre de 2005

Secretaría Política de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón
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